Sólo del aire
Pachuli
La dama de noche te extraña.
Ha decidido llorar en lugar de
oler.
Anoche, miles de pensamientos
trepaban por mi cama, estaba decidiendo si enumerarlos ó salir al jardín a
tachar estrellas, cuando un tenue sollozo me llevó justo a los pies de la que
antes era tu planta. No le dio pena temblar delante de mi, ni se molestó en
tratar de retener las hojas que caían desahuciadas en la maceta , que tan bien
se veía en tu comedor. Lloraba hipando desconsolada, hasta que se decidió
hablar con esa vocecita entre noble y mandona que solo utiliza una Queen of de
night.
- No veo las grandes ventanas que
como ojos del viento me reflejaban una ciudad de León desconocida para mi, ni
escucho la voz de la Brasileña, me cantaba bonito un triste y melancólico
bossa-nova que abría el camino para llevarla de vuelta a casa. En sus ojos
bailaban lagrimas vestidas de saudades por una tierra que no veía, y que
extrañaba, llorábamos juntas porque las dos habíamos sido desterradas y la luna
nos obligaba a buscar otro cielo que no era el mismo que nos tocaba. Yo la
sentía tan apenada que hacia brotar flores para ella, flores perfumadas de
recuerdos de su país y ella cerraba los ojos y se mentía pisando calles llenas
de voces portuguesas, de olores de panes de azúcar, de feijoada y brigadeiros, brindábamos
con caipirinha, armábamos una gran fiesta llena de samba y verde amarelo.
Pero los ojos no mienten y los
espejismos se disipan con el viento de un León sediento donde el color verde se
oxida de tanto esperar una lluvia que no llega. Ella regresaba a Gran jardín y
yo a la maceta en la sala.
- Te entiendo Huele de noche,
porque yo también extraño a Claudiña.
Porque mis silencios encontraron su
voz.
Todavía la escucho: escribe amiga,
escribe.
Yo no le hacia caso pero me gustaba
el sonido de esas palabras.
Me dejaban surcos en el alma.
Estos se fueron llenando de
sentimientos incontrolables.
Empezaron atestar páginas.
Y juntas reconocimos nuestras
historias.
Las de ella de un país lejano.
Las mías eran cuentos donde ella
existía.
Vi con sus ojos.
Ella vio con los míos.
Juntas jugábamos.
Al escritor.
Al lector.
Ahora se ha ido, y mis palabras se
han quedado sin eco.
La dama e yo pasamos el resto de la
noche hablando de ti amiga, me pidió que la perdones, para ella el cielo esta
desteñido, sus ramas ya no te alcanzan, sus raíces no encuentran su tierra.
Poco a poco se va marchitando.
He decidido comprar una novia del
viento, ellas florecen en los peores tiempos, no tienen raíces, son como
Leonora, como tu Claudiña, de aquí de allá, de nadie, sólo del aire.
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